“La clave del seleccionado es la conexión del equipo”

Télam, Hernán Campaniello
 
Los hermanos Diego y Sebastián Simonet, protagonistas del gran año del seleccionado argentino de handball masculino, aseguraron que los éxitos cosechados se deben «a la conexión dentro del equipo», y señalaron a los Juegos Olímpicos de Londres como «el gran objetivo» para la próxima temporada.
En diálogo con Télam en París, donde residen, los Simonet contaron: “Termina un año maravilloso donde logramos cosas muy importantes. Y se viene uno mejor, porque vamos a estar en los Juegos Olímpicos por primera vez en la historia».
En efecto, el handball argentino estará por vez primera en un Juego Olímpico, objetivo que la Selección alcanzó al ganar el oro en los Panamericanos de Guadalajara, México, en noviembre. «Eso fue mágico -recordaron-. De todos modos el crecimiento se vio antes, en el Mundial de Suecia (Argentina fue duodécimo). Ahí jugamos mucho mejor que en Guadalajara. Quizás porque entrenamos poco, la preparación no fue tan buena como la del Mundial». Para los hermanos, el gran año del seleccionado responde a «la conexión que hay en el equipo. Somos generaciones diferentes pero nos llevamos muy bien. Hay algunos jugadores grandes, pero va a haber recambio. Tenemos selección para rato». «A tal punto vemos que tenemos futuro -opinó Diego, 21 años-, que yo sueño con ganar un Mundial o una medalla en los Juegos. Puede sonar loco porque las diferencias con los europeos todavía son grandes, pero todo se puede dar». «Mi sueño es más modesto -agregó Sebastián, de 25-. Y puede darse pronto. Me gustaría que Pablo, nuestro hermano menor, de 19, pueda compartir la cancha con nosotros. Los tres juntos sería increíble y un orgullo muy grande». Diego y Sebastián Simonet juegan en el US Ivry de la Liga de Francia; Pablo, en tanto, desembarcará la próxima temporada en el handball español, donde estuvieron los dos hermanos más grandes hasta el pasado verano europeo. «En el Ivry nos vieron jugar con la selección en el Mundial y les gusto no sólo individualmente sino cómo nos llevamos en la cancha. Cuando estábamos negociando les preguntamos si a alguno nos surgía otra oferta si igual se quedaban con el otro, y nos dijeron que sí, pero que nos querían a los dos juntos», relató Sebastián. Es que, luego del Mundial, según admitieron, «cambió mucho la manera en que nos ven a los jugadores argentinos. El reconocimiento creció muchísimo entre los rivales. A muchos los enfrentamos en el Mundial, entonces te saludan, te felicitan, saben quién sos, qué hiciste en el Mundial». «Ahora todos nos respetan por cómo plantean sus partidos, nadie se puede dormir con nosotros, lo demostramos con Polonia y Eslovaquia, si se duermen los embocamos. Hasta con el tema de los árbitros nos respetan y nos mandan a los mejores contra los europeos. Nos hemos ganado un nombre, porque ya pagamos el derecho de piso. Sentir el respeto de los colegas, de que de a poco la gente comienza a valorarnos, nos llena de orgullo”, agregaron. Los Simonet, una generación de jugadores de handball que se inició con su padre, Luis (integrante del seleccionado que venció a los Estados Unidos y Brasil en el Panamericano de 1981, en el Luna Park), contaron que las citaciones al plantel argentino les cuesta roces con los clubes, pero «valen la pena». «Porque ponerte la camiseta de tu país es lo mejor que te puede pasar. No importa el calendario apretado ni los cruces con tu club, es lo mejor que existe, te olvidás de todo», coincidieron. Diego, quien figura entre los candidatos para portar la bandera argentina en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, no ocultó finalmente su emoción por figurar entre los ternados para el Olimpia de Plata en su especialidad. “Soy un agradecido de la vida, tengo padres deportistas, con un físico privilegiado que me incentivaron el amor por el deporte y me ayudo muchísimo a ser lo que soy ahora”, aseguró. Y de la comparación que le dedican, «el Lionel Messi del handball», expresó: «Me llena de orgullo porque él es mi ídolo, pero a la vez me da un poco de gracia, ¿no?».