La delicada tarea de motivar

Por Sebastián Perotti – @SebaPerotti   Los cambios en los niveles de juego es una realidad a la que se enfrentan todos los deportistas. Los jugadores de Handball no están al margen de esta situación. Desde Diego Simonet, Nikola Karabatic y Mikkel Hansen, hasta un chico de 13 años que está dando sus primeros pasos en este deporte, tienen partidos, entrenamientos o momentos de juego de mayor y menor rendimiento. Por su parte, todos ellos están bajo el control de un entrenador, que generalmente intentara realizar acciones para que su jugador mejore su rendimiento, lo que comúnmente denominamos como motivar. Pero, ¿Qué es la motivación? En un sentido amplio, y sin entrar en grandes conceptualizaciones, se refiere a razones que impulsan a un individuo a llevar a cabo ciertas acciones y a mantener firme su conducta hasta lograr cumplir sus objetivos. Por lo que en este caso, el entrenador al “motivar”, lo que haría es generar razones, o influir sobre las preexistentes en su jugador, para que este se esfuerce por lograr un objetivo. Sin embargo, existen en la actualidad en nuestro Handball local, formas naturalizadas de motivar que se han ido transmitiendo de entrenador a entrenador, sin que los mismos reflexionen sobre las mismas. Una de ellas, y sobre la que haremos hincapié, es la de “castigar” a un jugador por un mal rendimiento o algún error que este haya cometido. Y con esto nos referimos a castigos verbales, como cuando un profesor grita o agrede a su deportista, y a físicos, como cuando por un error el jugador debe correr una cierta cantidad de vueltas a la cancha, hacer flexiones de brazos, etc. Si reflexionamos sobre estas prácticas, nos encontramos con algunas consecuencias que pueden afectar negativamente a los integrantes de un equipo, en especial en categorías formativas:

  • Si castigamos físicamente a una persona por cometer un error o tener un mal rendimiento (es decir, obligar a correr, realizar saltos, ejercicios de fuerza, etc), le estamos dando el mensaje de que entrenar las cualidades físicas es un castigo, algo desagradable. ¿Cómo pretendemos luego que nuestros jugadores tengan la voluntad para afrontar una pretemporada?
  • Al gritarle o agredir a un deportista, es muy probable que la autoestima del mismo se vea afectada negativamente. Además entenderá que el error no puede cometerse, y también someterá a sus compañeros al mismo trato que este recibió cuando éstos se equivoquen. Como consecuencia la estima y la unión del grupo se verá afectada negativamente.
  • El jugador aprenderá que a una equivocación le precede un castigo, por lo que sus razones para esforzarse serán el miedo al fracaso. Pero ¿alguien puede disfrutar practicar un deporte cuando siente miedo al hacerlo? Además, al jugar presionado ¿no es probable que se equivoque aun más?
Por otra parte, consideramos que existe otro tipo de razones por la que un deportista se esforzaría y comprometería más para lograr los objetivos de un equipo: el disfrute por jugar bien, la sensación de ser útil para el equipo, el apoyo de sus compañeros y entrenador, etc. Sin duda que para que esto ocurra, el DT deberá relacionarse de otra manera con sus jugadores. El dialogo y apoyo hacia los mismos tendrá mucho más relevancia, pero esto también supone una dificultad: es probable que los deportistas consideren en menor medida a su entrenador como autoridad y se relacionen con él como si “fuera uno más del equipo”, descuidando la importancia de su papel. Fuese cual fuese el planteo del DT, hay un elemento central para la motivación de los jugadores: los objetivos. Días atrás hablamos de la importancia de establecerlos y distinguíamos dos tipos de los mismos: los colectivos y los personales. Consideramos imprescindibles que las metas de un equipo se correspondan a la de los jugadores y su entrenador, ya que sería imposible que alguien se motive para lograr algo que no le interesa conseguir. El debate está abierto, ahora es su turno de pensar, discutir y construir su propio modo de incentivar a sus jugadores de la mejor manera posible…