Cuando el Producto es el Rey

Cuando el 1994 el Mundial de fútbol de la FIFA tomaba lugar en Estados Unidos todo el ambiente futbolístico se preguntaba cómo un país no futbolero podría haber sido designado sede del evento deportivo más importante (y rentable) dem Mundo, luego de los Juegos Olímpicos por supuesto. La razón no era deportiva, ni – en ese momento – económica, si no estratégica. Lo que el mundo y la cúpula de la Federación de Fútbol Asociado buscaba era «despertar» en el gigante económico el interés por el deporte más popular del mundo. Una veintena de años exactos, en Brasil 2014, el deseo del organismo se hacía realidad. No sólo porque el país norteamericano fue el que más cantidad de entradas compró (sabiendo que tuvieron que cerrar el grifo de las mismas a vecinos como Argentina, y abrirlo más en el norte) si no que la proliferación de las «fanzones» y hasta los twitts del mismísimo Obama alentando a su seleccionado dieron muestra de que a los fines económicos la decisión fue la correcta y que hoy es momento de cosechar lo invertido. Trasando paralelismos con el Handball, la decisión de realizar el máximo evento de la disciplina en un país como Qatar – con tan poca tradición a nivel mundial en el deporte – pero con muchísimo poder en lo económico, no es mas que una repetición de lo mencionado anteriormente.  Si los petrodólares inyectados en el PSG de Francia y en toda la Liga Nacional gala lograron consolidar una liga muy competitiva y posicionarla como la segunda a nivel Mundial, ¿Cuánto más podría hacerse si lográramos tentarlos a que entren a Todo un deporte? A la luz de los resultados, la IHF entendió bien el mensaje que supo dar la FIFA y lo que queda es replicar el modelo.  Por otro lado, los organizadores quieren mostrar que están sobradamente a la altura. Es por ello que asistiremos este año al Mundial de la abundancia. Sí, abundancia de lujo, detalles, fiesta, glamour. Todo tiene que ser en exceso. Y como para muestra sólo hace falta un botón, podemos comentarles como ejemplo que por primera vez el país organizador pagó, además de varios pasajes para todos los dirigentes nacionales de cada país participante, pasajes para diez medios de cada país a cubrir el evento. (sólo para dimensionar desde nuestro país el vuelo está hoy en $40.000 ida y vuelta). O los estadio que empezaron a construir en lugares donde antes sólo había arena. Una verdadera muestra de poder económico Ahora bien… todo tiene un costo. El primero que lo pagó fue Australia. Dado que su presencia «no le aseguraba el nivel competitivo al torneo que el mismo amerita» fue fácilmente reemplazada en una reunión de escritorio por Alemania. Claro, ¿cómo vamos a venderles a los jeques un Mundial sin los creadores de la piedra angular? ¿Cómo vamos a permitir que el pueblo alemán, el país con mayor cantidad de jugadores / fanáticos / CONSUMIDORES del balonmano se queden en enero teniendo que ver la final de curling… o mucho peor… los torneos del fútbol de verano en Argentina? No, no podíamos dejar que eso pase. Sin embargo, no fue lo único. Tampoco se podría permitir que el país organizador luchara por la Copa Presidente con sus vecinos asiáticos de menor poder adquisitivo. Entonces fue el momento de permitir el segundo insulto: la «Nacionalización» de extranjeros que le aseguraran al equipo una buena perfomance mundialista, y como bien resumía Pasión Handball, allá fueron  Borja Fernandez (español, ex Nantes, un gigante de 2 metros), Goran Stojanovic y Daniel Saric en el arco, los “franceses” Bertrand Roine y Johan Boisedu, los cubanos Rafael Capote y Jorge Paván, más Zoran Markovic. Todo estaba dicho. En los negocios hay una frase que se repite siempre y es que «El Producto es el Rey«. Esta vez, el producto era el Mundial. Es por  eso que  este mundial deberá verse y analizarse como lo que es: un enorme evento deportivo y una jugada estratégica de la IHF. Será cuestión de tiempo ver qué resultados se obtienen. Lo deportivo, se sabrá en algo más de un més… lo otro, tardará un poco más.    Gonzalo Echevarría Lic. en Administración Equipo GO7